Leyenda 5.- LA CASA DEL MIEDO
En uno de los muchos y hermosos rincones de la ciudad de Jaén, concretamente en la plaza de San Bartolomé y enfrente de la parroquia de ese barrio, se alza el edificio conocido popularmente como "Casa del Miedo".
En esta recoleta plazoleta de San Bartolomé, donde los naranjos, el agua y la preciosa iglesia nos trasladan hasta tiempos más antiguos y evocadores, transcurre una curiosa leyenda, en la que un aterrador fantasma recorría todas las noches sus losas de piedra, en dirección a la mencionada "Casa del Miedo".
Cuando las sombras de la noche alcanzaban aquel rincón del Jaén antiguo, los vecinos temían asomarse a las ventanas, no fuera a divisarlos la fantasmagórica presencia y a realizar en ellos cualquier encantamiento que los desgraciara para toda la vida.
Era más seguro cerrar postigos y puertas. Nadie tenía la valentía suficiente para salir a la calle, en busca de aquella alma en pena que tenía aterrorizado a todo el barrio.
Los vecinos de la ya entonces llamada "Casa del Miedo", eran sorprendidos constantemente por los rumores, cada vez más rebuscados, del fantasmal visitante. Ellos aseguraban no haber oído jamás el más mínimo quejido, ruido o llamada, que les incitara a pensar que un ser del más allá estuviera paseando por las habitaciones de su inmueble.
De hecho la puerta de la casa, según comentaban, se abría sola en cuanto llegaba el fantasma. Apenas se acercaba al portón de entrada, a la misma hora todos los días, este se abría sigiloso, dejando pasar a la misteriosa sombra.
Conforme pasó el tiempo, una larga lista de sucesos en torno al fantasma comenzó a ocupar las charlas de aquellos jaeneros. Todos sabemos cómo para sobrellevar el fuerte calor nocturno del verano, se pasaban largas horas sentados en las puertas de sus humildes casas, esperando que la luz del candil se apagara, por falta de aceite, para ir presurosos a la cama, no fueran a encontrarse con la tan llevada y traída figura.
Pasó el tiempo hasta que un hombre valiente, quizá alguno de los habitantes de la siniestra vivienda, harto ya de tanto comentario y miedo en torno al fantasmal personaje, decidió hacer guardia una noche fría y tenebrosa, en una de las esquinas de la plaza de San Bartolomé, dispuesto a todo, incluso a enfrentarse con aquella criatura.
Después de una larga espera sin que sucediera nada, escuchó de repente el leve rechinar de las bisagras del portón de la casa. Al fijarse, vio salir del edifico a un extraño ser vestido de blanco, como si llevara una sabana puesta por encima.
Valeroso, se acercó al fantasma con un arma en la mano. En el momento en que se encontraron, el valiente jiennense amenazó a la siniestra figura, viéndose de repente sorprendido con que el fantasma rápidamente, se levantó la sábana, dejando al descubierto a un elegante caballero, de carne y hueso.
Quedó también claro el motivo de esta farsa. No era ningún fantasma el que paseaba por aquella plaza provocando el terror en los vecinos, que cerraban ventanas y puertas asustados. Era el amante de una dama que habitaba en la "Casa del Miedo", que con esta simple pero inteligente estratagema, recibía cada noche, en su propio lecho, al amante prohibido.
A pesar del descubrimiento de la farsa, la leyenda siguió circulando en los comentarios de los vecinos.
Años después, habitaría la "Casa del Miedo" una nueva familia, que contaba con un niño de corta edad, al que atendía una eficiente criada.
Un día la niñera, paseando al bebé en sus brazos tropezó. Cayó el niño al vacío, estrellándose contra el suelo de la calle. La muerte le llegó en el acto.
Nuevos relatos arrasaron el barrio de San Bartolomé. Los vecinos estaban convencidos de que aquella casa era el domicilio de infernales espectros.
Posteriormente la "Casa del Miedo" albergó la sede del Catastro de Rústicas. Afirman que muchos de los trabajadores que allí prestaron sus servicios, fueron testigos de numerosos y extraños sucesos. Papeleras que se movían solas, sillas que cambiaban de lugar y papeles que desaparecían, bastan como ejemplo de lo que allí ocurría.
Estas nuevas hazañas de los espíritus ocasionaron una profunda desconfianza hacia el encantado edificio, al que muchos evitaron acercarse durante largo tiempo.
Hoy la "Casa del Miedo" es un bloque de viviendas. Parece que todo permanece tranquilo y que sus fantasmales presencias la han abandonado. No obstante, todavía hay quien cree que la actual quietud no es sino el presagio de nuevos y terroríficos sucesos que el tiempo nos contará.
©Rafael Cámara Exposito.
En esta recoleta plazoleta de San Bartolomé, donde los naranjos, el agua y la preciosa iglesia nos trasladan hasta tiempos más antiguos y evocadores, transcurre una curiosa leyenda, en la que un aterrador fantasma recorría todas las noches sus losas de piedra, en dirección a la mencionada "Casa del Miedo".
Cuando las sombras de la noche alcanzaban aquel rincón del Jaén antiguo, los vecinos temían asomarse a las ventanas, no fuera a divisarlos la fantasmagórica presencia y a realizar en ellos cualquier encantamiento que los desgraciara para toda la vida.
Era más seguro cerrar postigos y puertas. Nadie tenía la valentía suficiente para salir a la calle, en busca de aquella alma en pena que tenía aterrorizado a todo el barrio.
Los vecinos de la ya entonces llamada "Casa del Miedo", eran sorprendidos constantemente por los rumores, cada vez más rebuscados, del fantasmal visitante. Ellos aseguraban no haber oído jamás el más mínimo quejido, ruido o llamada, que les incitara a pensar que un ser del más allá estuviera paseando por las habitaciones de su inmueble.
De hecho la puerta de la casa, según comentaban, se abría sola en cuanto llegaba el fantasma. Apenas se acercaba al portón de entrada, a la misma hora todos los días, este se abría sigiloso, dejando pasar a la misteriosa sombra.
Conforme pasó el tiempo, una larga lista de sucesos en torno al fantasma comenzó a ocupar las charlas de aquellos jaeneros. Todos sabemos cómo para sobrellevar el fuerte calor nocturno del verano, se pasaban largas horas sentados en las puertas de sus humildes casas, esperando que la luz del candil se apagara, por falta de aceite, para ir presurosos a la cama, no fueran a encontrarse con la tan llevada y traída figura.
Pasó el tiempo hasta que un hombre valiente, quizá alguno de los habitantes de la siniestra vivienda, harto ya de tanto comentario y miedo en torno al fantasmal personaje, decidió hacer guardia una noche fría y tenebrosa, en una de las esquinas de la plaza de San Bartolomé, dispuesto a todo, incluso a enfrentarse con aquella criatura.
Después de una larga espera sin que sucediera nada, escuchó de repente el leve rechinar de las bisagras del portón de la casa. Al fijarse, vio salir del edifico a un extraño ser vestido de blanco, como si llevara una sabana puesta por encima.
Valeroso, se acercó al fantasma con un arma en la mano. En el momento en que se encontraron, el valiente jiennense amenazó a la siniestra figura, viéndose de repente sorprendido con que el fantasma rápidamente, se levantó la sábana, dejando al descubierto a un elegante caballero, de carne y hueso.
Quedó también claro el motivo de esta farsa. No era ningún fantasma el que paseaba por aquella plaza provocando el terror en los vecinos, que cerraban ventanas y puertas asustados. Era el amante de una dama que habitaba en la "Casa del Miedo", que con esta simple pero inteligente estratagema, recibía cada noche, en su propio lecho, al amante prohibido.
A pesar del descubrimiento de la farsa, la leyenda siguió circulando en los comentarios de los vecinos.
Años después, habitaría la "Casa del Miedo" una nueva familia, que contaba con un niño de corta edad, al que atendía una eficiente criada.
Un día la niñera, paseando al bebé en sus brazos tropezó. Cayó el niño al vacío, estrellándose contra el suelo de la calle. La muerte le llegó en el acto.
Nuevos relatos arrasaron el barrio de San Bartolomé. Los vecinos estaban convencidos de que aquella casa era el domicilio de infernales espectros.
Posteriormente la "Casa del Miedo" albergó la sede del Catastro de Rústicas. Afirman que muchos de los trabajadores que allí prestaron sus servicios, fueron testigos de numerosos y extraños sucesos. Papeleras que se movían solas, sillas que cambiaban de lugar y papeles que desaparecían, bastan como ejemplo de lo que allí ocurría.
Estas nuevas hazañas de los espíritus ocasionaron una profunda desconfianza hacia el encantado edificio, al que muchos evitaron acercarse durante largo tiempo.
Hoy la "Casa del Miedo" es un bloque de viviendas. Parece que todo permanece tranquilo y que sus fantasmales presencias la han abandonado. No obstante, todavía hay quien cree que la actual quietud no es sino el presagio de nuevos y terroríficos sucesos que el tiempo nos contará.
©Rafael Cámara Exposito.
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lupita plata -
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